Las luchas libertarias con visión de género: la batalla del 21 de octubre
la batalla del 21 de octubre
Las mujeres han intervenido en las guerras desde que estas se libran. Y lo han hecho de forma activa, mostrándose a favor mediante su participación en el combate, la resistencia o la instigación, u oponiéndose con la denuncia, la protesta o el boicot. A lo largo de la historia, las mujeres han proporcionado cuidados en sus hogares y también en los campos de batalla.
En nuestro país, las mujeres tuvieron un importante papel en la guerra
de la independencia, tenemos los casos ya famosos de Leona Vicario, Josefa
Ortiz de Domínguez, la Guera Rodríguez y hay quienes como Gertrudis Bocanegra
fueron fusiladas.
En Chiapas tenemos un caso especial
digno de mención y poco conocido que fue inmortalizado en grabados de
Franco Lázaro Gómez, la batalla del 21 de Octubre que se libró en Chiapa de
Corzo entre las fuerzas imperialistas y republicanas.
Era la tarde del 20 de octubre y el pueblo se
organizaba ante la amenaza de un ataque. La alerta se escuchaba con el tañer de
la campana grande que, desde la iglesia de Santo Domingo, se imponía entre los
habitantes de Chiapa animándolos a luchar valerosamente contra quien pretendía
mancillar su orgullo. Se anunciaba la lluvia; una tenue luz de luna iluminaba
el caserío y a lo lejos se imponían el trazo de los cerros. Cual gigantes se
miraban las siluetas de la gente que se movía por el lomerío. El río grande
parecía extenderse, era el presagio de una creciente. Mujeres y hombres
enardecidos, con farol en mano para alumbrar su camino, iban entre las casas
tocando puertas, convocando a los vecinos a unirse y pelear contra los intrusos
que querían acabar con sus costumbres. Acaso ajenos a los motivos de aquella
guerra, que protestaba los principios de reforma, libertad y de justicia,
habían encontrado su propia causa para luchar. La defensa de la Pila y el ojo
de agua, un manantial ubicado en su centro, eran motivos suficientes para
aliarse a los soldados que comandaba don Salvador.
Eran las primeras horas de aquel 21 de octubre
de 1863; el grupo de soldados atento y con las armas listas, apuntando al
horizonte, esperaban solamente el toque del clarín para abrir el zafarrancho de
combate. Los habitantes también se preparaban para defender el territorio sólo
con la fuerza, decisión y coraje que les heredaron sus antepasados, pues no
poseían armas. Un puñado de hombres y muchas mujeres se movían por las
principales calles de Chiapa en dos columnas. La primera se dirigió a la parte
alta del barrio de Sanantón, para reforzar, atrincherarse y cubrir posiciones
en el área de la Piedra Ahorcada, al mando de Cenobio Aguilar Osorio. La
segunda salió de la Calle Real rumbo a la parte baja del pueblo para resguardar
los barrios de San Jacinto, San Miguel y el área de la Pila; sumándose al
contingente que dirigía Vicente López Escobar y, junto a él, Julián Grajales
Castillejos, como segundo comandante, encargado de cubrir la plaza central y el
Mandrique. El combate reinició y los soldados avanzaban según la ordenanza que
recibían a grandes voces. Los oficiales anhelaban arrebatar al enemigo banderas
y piezas de artillería mientras que los defensores chiapanecos luchaban cuerpo
a cuerpo; habilidosos en el manejo del machete honraban a su raza bravía
haciéndole saber al enemigo que en esta tierra encontrarían la muerte.
El poema épico de Galileo Robles retoma algunos
de los nombres de las mujeres participantes para que no queden en el anonimato
y sean recordadas por su pueblo como un símbolo del heroísmo de las
chiapacorceñas en la defensa de su territorio:
Es la mujer, en quien la llama ardiente del
patriotismo y del honor renace tan viva y tan vehemente que, en aquellos
momentos delicados, sin temor al peligro que le marque la acometividad del
adversario, se dedica a auxiliar a los soldados, a proveerlos de parque y aun a
luchar al serle necesario, legando así una página gloriosa de femenil valía a
la niñez que llega. ¡Ellas son!… Allí está Tirsa Sumosa atendiendo a un soldado
en agonía… entre los tiros va Nana Gallega obsequiando refrescos y puchero y
allá… Jesús García excita a sus amigos en la brega gritándoles: ¡La Patria está
primero! en tanto que dispara con maestría un rifle otra mujer, Jesús Acero!
Tirsa
Sumosa, Jesús García, Nana Gallega y la hija de Salvador Urbina serán
recordadas siempre, así como, cientos de mujeres que desde sus hogares curaban
a los heridos y apoyaban a sus esposos, padres y hermanos.
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